Esta noche de brujas los vecinos comparten sus historias.
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Respiración escalofriante (Ricardo – Túnel el Tinoco)
Habíamos ido con un grupo de amigos al túnel El Tinoco. Era de tarde, casi anocheciendo, pero aún había luz. Queríamos aventura, y bromeabamos tirando la talla con Carlos Pinto y El Día Menos Pensado, pero nadie se atrevía a entrar, así que me hice el valiente y decidí caminar túnel adentro con la luz del celular encendida. En un principio todo me daba risa y la verdad, no sentí nada especial, pero luego escuché pasos detrás de mí. Pensaba que eran los chiquillos, pero ellos se reían desde la entrada del túnel. Me quedé quieto un rato y les decía groserías, porque estaba seguro que eran ellos molestándome, pero luego los pasos se escucharon más cerca, casi al lado mío, y se detuvieron. Obviamente con la linterna del teléfono buscaba por todos lados. Me temblaban las piernas, y a penas podía respirar. Como que tenía la boca seca, y hasta tragar era difícil. ¡Te juro que tenía mucho miedo! Pero lo peor fue que de repente, y de la nada, alguien respiró en mi oído. Fue como un soplido, no sé, una respiración profunda y fría, y ahí salí corriendo. Nunca había sentido algo así, y fue tan horrible que juro nunca más volvería a intentarlo.
Criaturas en la noche ( Verónica – El Manzano)
Como cada verano fuimos a acampar al Manzano en familia. Generalmente ingresamos por un camino residencial, por lo que al bajar por el cerro, damos justo a una parte del Manzano que, si cruzas el río, es plano y con árboles muy altos. Esa vez fue la primera vez que acampábamos allí, y como éramos varias personas nos pareció regio. Armamos las carpas y mi marido y mis hijos fueron a buscar madera y a explorar el lugar. Yo me quedé con mi hija mayor ordenando las cosas en las carpas, y por alguna razón me sentía muy inquieta. Era como que el lugar en sí tenía una vibra extraña; algo que me daba miedo. Las horas avanzaron y oscurecía rápido, sobre todo al estar rodeados de tantos árboles. Yo esperaba que los niños y su papá regresaran, y de pronto les escucho gritar y los veo venir corriendo a todos. Les pregunto qué pasó, y contestan que algo les había perseguido y “gruñido”, pero como un sonido hacia adentro, y que mientras corrían se escuchaban pasos detrás de ellos. Yo tenía los pelos de punta. Ya estaba asustada por la vibra del lugar, pero imaginar que un animal o una extraña criatura nos acechaba, me hacía temblar de pies a cabeza. No estaba incrédula con lo que los niños habían vivido recientemente: lo creía tan posible que le dije a mi marido que tenía miedo y que el lugar no era seguro, pero trató de calmarme, por lo mismo hizo una fogata muy grande, mucho más grande de lo habitual, por lo que teníamos todo el lugar iluminado.
Trate de olvidar el asunto, pero luego mi hijo, mientras estábamos conversando cerca de la fogata, comenzó a decir que veía “gente” entre los árboles; hacia el fondo, por el mismo lugar donde vinieron corriendo. Las niñas intentaron alumbrar con las linternas sin acercarse demasiado, pero no se veía nada, así que volvieron a reunirse junto a la fogata. Pero mi hijo cada tanto insistía en que veía los pies pequeños de gente entre los árboles. Los describía como pequeños, delgados. No precisamente como “gente” pero sí describía cuerpos similares a nosotros, pero más cabezones, pequeños y delgados. Estos seres nos acechaban entre los árboles, pero por alguna razón no se acercaban más que eso.
Como padres intentamos distraer a los chicos y jugamos a las cartas, comíamos, y cosas por ese estilo, pero mi marido solo avivaba el fuego sin parar. Incluso hasta altas horas de la noche… Por la mañana me dijo que sentía en su interior que esos seres no se acercaban porque había luz, razón por la que mantuvo la fogata viva toda noche, hasta que salió el sol.
Hermanitos fantasmas (Soledad – Cementerio El Prado )
Soy del norte, pero mi madre está sepultada en Puente Alto, ya que vivió su último periodo allí, junto a mi hermana. Un día, estando de vacaciones en Santiago, fui con mi hermana a visitar a mi madre al cementerio. Ese día invertimos mucho tiempo en compartir con mi madre. Compramos flores, molinos y decoramos bien bonita su sepultura, por lo que se nos pasó el tiempo volando y comenzó a oscurecer. Como ya no se veía gente, decidimos ponernos en marcha y con pasó rápido, para no quedarnos encerradas. Luego, en el camino, ni hermana ve, casualmente, una tumba llena de juguetes y me comparte los nombres escritos: dos pequeños, un niño y una niña. Sentimos pesar y me acerqué a ver los juguetes. Y mientras comentábamos sobre ellos, escuchamos unas risas de niños. Ambas volteamos y vimos a dos pequeñitos que corrían y jugaban entre las tumbas y los árboles, como si se persiguieran. Ninguna se percató de dónde habían salido, si hace pocos segundos atrás estábamos completamente solas, pero verlos nos trajo a la realidad y nos acordamos que debíamos irnos, o nos dejarían encerradas allí, por lo que continuamos la marcha.
Seguimos comentando el asunto de los niños, y mi hermana me preguntó si veía a los padres o alguien que los estuvieran acompañando, ya que se iban a quedar encerrados si no salían pronto al igual que nosotras, asi que me detuve a mirar si encontraba a otras personas, pero ya no habían niños. Ya no se escuchaban las risas. Simplemente ya no había nadie nuevamente… Con mi hermana nos miramos y se nos erizó la piel…y como se dice en buen chileno, apretamos cuea’. En ese momento caímos de cuenta que los niños que jugaban podían ser aquellos niños fallecidos que leímos en la sepultura.